Ada
Paciente de ambulatorio
Nuestra amiga Ada se inventa un término que nos encanta; PERSO-FESIONALES.
Aquí tenéis el texto completo:
«Esta mañana en prácticas de Psicología Médica hemos visto un reportaje sobre enfermos terminales. Salían ellos mismos contando sus experiencias (los que podían hablar); hablando del cambio radical que experimentaron en sus vidas, del grandísimo sufrimiento con el que intentaban con-vivir, de cómo la enfermedad les había hecho recapacitar a cerca de muchos aspectos de la vida, de cómo les había ayudado a encontrar lo que de verdad tiene valor, de cómo habían aprendido a aprovechar cada segundo. Otros en cambio habían perdido el sentido de la vida, las ganas de seguir luchando; se habían rendido ante tan devastadora experiencia que la vida les había impuesto sin pedir permiso.
Pero no solo hablaban ellos; también hablaban las familias de los enfermos. Contaban lo doloroso que es ver sufrir a alguien a quien amas y saber que no va a sanar, que literalmente “tiene los días contados”. Vivir la perspectiva de la familia es muy duro.
Pero si algo me ha impactado, es la parte de los profesionales. Cómo cada día un médico recorría cientos de km en coche para ir visitando casa por casa a todos sus enfermos terminales, porque ellos se sentían mejor en casa que en un hospital, porque les daba algo de normalidad en sus vidas y el poder de dejar momentáneamente a un lado la enfermedad. Ellos decían “el doctor nunca lleva prisa, siempre tiene tiempo para sentarse y contarnos cómo le ha ido el día; o para escucharnos y animarnos”. “Cuando no ha podido venir en 2 o 3 días llama y pregunta cómo estamos”.
Incluso para quienes era su sueño afirmaban lo duro que es este tipo de trabajos, y de lo necesarias que son unas vacaciones cada 2 o 3 meses para poder reponer fuerzas. De la importancia que tiene saber volver a casa sin arrastrar los problemas y la carga emocional del trabajo.
Y precisamente durante estos minutos que se me han hecho segundos yo no paraba de contener las lágrimas y de pensar en 2 personas concretas: Cristela García y Juan Carlos López. Psicóloga y Nutricionista de Unidad ELCA (respectivamente); mis terapeutas.
Pensaba en todas los días que he llegado con el ánimo por los suelos a expresarles el malestar que sentía, lo mal que creía que lo estaba haciendo, lo cansada que estaba de luchar o las pocas fuerzas que sentía para continuar. Pensaba en esos días en los que no aguantaba más y he llamado pidiendo una cita esa misma tarde, y Nazaret (la secretaria) ha hecho un hueco como sea para que pudiese ir. Pensaba en los e-mails que les he enviado en horario fuera de trabajo y en cómo siempre me han contestado lo mejor y más rápido posible.
Cuando llegan las vacaciones y me reiteran “si necesitas algo no dudes en escribirnos”.
Su sonrisa de cada día, sus chistes, su buen humor, sus ganas de hacerme reír. Su “¿Qué tal estás?” infalible, a pesar de recibir a diario muchas más respuestas negativas que positivas a esta cuestión.
Su abrazo lleno de amor, cariño, cercanía y ánimo.
El repetirme aun cuando creo que no lo estoy haciendo bien: “Eres una luchadora” “lo estás haciendo genial” “estamos contentísimos contigo” “sigue así”.
Cuando me enseñan mis diarios de hace un año y dicen “mira cómo ha reducido el volumen, ahora me vienes sólo con una hoja. ¿Te has dado cuenta de todo lo que antes necesitabas desahogarte? Y mírate ahora”.
Cuando de una tragedia sacan un lado cómico hasta entonces inexistente para mí, y le dan una patada a mis ideas fijas e inamovibles.
Cuando después de un tiempo de mejoría tengo un bajón y en lugar de hacer incapié en este último me muestran la línea de evolución de la enfermedad y me recuerdan que después de una bajada viene una subida, y que últimamente me mantengo muy bien en la cima.
Cuando se emocionan por algo muy doloroso que les he contado o por algo bonito que me ha pasado. Cuando me agradecen lo que hago yo por ellos (ínfimo si vemos lo que ellos hacen por mí). Cuando me doy cuenta de las grandísimas personas y profesionales que son.
Y pensar que son personas, como tú y como yo. Que tienen problemas en sus casas, que hay días que preferirían quedarse durmiendo en su cama o irse de paseo con sus amigos, que pueden haber descansado muy mal una noche, que les puede estar doliendo la cabeza, que quizás tienen a alguna persona querida enferma y tienen que estar luchando continuamente por concentrarse en mí en ese momento, que como seres humanos que son pueden estar pasando por una mala época en sus vidas.
Y sin embargo nunca responden “mal” o “regular” a “¿cómo estás?”. Nunca bajan esa línea curva de sus labios. Sacan fuerzas de donde no las hay para tratar de darme la mejor ayuda profesional posible.
¿Y el desaliento de intentar hacer todo lo posible por alguien y ver que no mejora? ¿Y las dudas de “lo estaré haciendo bien”? ¿Y si bajan la guardia y empiezan a dudar de sí mismos en algún momento?
Yo no sé cómo lo hacen, pero desde el primero hasta el último día, siempre he notado que dan lo mejor de sí.
No sabría expresar con palabras lo agradecida que me siento a todos y cada uno de los perso-fesionales de Unidad ELCA. A los secretarios, psicólogos, médicos, enfermeros, nutricionistas… Siempre TODOS y cada uno de ellos con una sonrisa como recibimiento, con un saludo lleno de afecto (que precisamente tanta falta nos hace a quienes hemos aprendido a odiarnos con tanto énfasis).
“¿Perso-fesionales?” “¿Qué está diciendo esta muchacha?” Pues sí, acabo de inventarme esta palabra, pero tiene mucho sentido. Se trata de personas que a la vez que muestran su lado más humano, cercano y comprensivo son capaces de ejercer una labor profesional admirable. Son seres humanos entregados a los demás. Son personas que recolectan sonrisas, porque es lo que generan. Son super-humanos. Son familias reconstruidas. Son la voz recompuesta de un eco que se estaba haciendo inaudible. Son la llama de un fuego que se apagó. Son la esperanza para muchas almas que se creían totalmente desamparadas.»
~Mi llama también se está avivando, GRACIAS~